No
te vayas jamás,
que
el tiempo no adivine en tu figura
lo
transitorio y te pronuncie eterna,
eternamente
hermosa el Alma niña,
esa
carne de pétalos oliendo
tan
dulces levedades.
Siempre
tú como el vino siendo copa a la vez,
ortografía
para el labio a tientas,
para
mi sed de uvas que se escriben
con
la terca abundancia del Amor.
No
transcurras al día de mañana,
yo
cargaré por ambos los relojes.
Una
vida tras otra seré el mismo
ermitaño
en tu puerta.
Pastor
Aguiar
Un poema maravilloso que he disfrutado profundamente conmovida. Gracias, querido por este regalo tan bello. Un beso!
ResponderEliminarJeniffer Moore
Maravilloso poema, de lo mas bello que he leído últimamente.
ResponderEliminarGracias a ti, mi Jeni querida. Qué sería de estas páginas sin tu voz bella y equilibrada. Un beso, poeta.
ResponderEliminarMe emocionan tus palabras, Flor. Un abrazo agradecido, poeta.
ResponderEliminar