En el último día de la finca
todos se reunieron, los vivos y los muertos,
los pájaros sin aire y el camino en redondo
sin saber alejarse del abismo.
Fue el día más cabrón de la existencia,
las edades en pugna, tanta fiebre
de pronto carcomiendo los ventrículos,
y el sol un vómito de sangre absurda,
absurdo como todo en aquel antro
que fundó Maquiavelo.
La genta maldecía hasta su sombra,
las plantas eran leña sin enjundia,
animales con rabia, tronamentas
de flamígeros dientes con el hambre
en forma de piñazos.
No quedó un habitante que contara
aquel Armagedón, pozo del odio,
hermanos contra hermanos, tanta envidia
de combustible para el juicio.
Después llovió cien años, los linderos
convertidos en muros y las voces
todavía un insulto.
Pastor Aguiar