Si digo adiós me deshabito,
mi trabajo es vivir en despedida,
ahorrarme en palabras las edades
más ricas y más largas.
Callado voy de puño al instrumento,
de regreso al sonido original
donde cambio memorias por olvido,
talla y peso por notas que levitan
voceos sordomudos.
Vibro más bien, soy lo escuchado
por alguien que me sueña sin oírme
en un tiempo desnudo cuando vuela
del latido a la sangre.
Y broto más herido que ser hombre,
mi propia redundancia.
Pastor Aguiar
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