Copular con la página en blanco,
entrarle a la derecha por la izquierda,
desbigotar al verbo con un grito
que adverviándolo arrope.
Darle candela al agua con asombros
dulciamargos por obra y gracia
de un no sé qué:
quizás un pájaro intangible,
un planeta que nace definiendo lo lejos
y el hambre todavía en su trabajo
de terco mineral.
Que venga un susto gruta del estómago,
la rara compulsión casi asesina
hasta el instante de parirse
al albo precipicio.
Y tan poco que duran las visones,
la enjundia en el vocablo si estornuda
tembloroso al poema.
Pastor Aguiar
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