Esta risa
que río fue llorada
y fue canto
de pájaro y fue hambre
de voces que
vendrían.
Esta mano
que alzo lleva golpes
contra
rostros pretéritos, fue aplauso
en pausa
todavía y sabe cosas
como un
tacto en barbecho.
Y mi sombra
era sombra de poetas
malditos por
mi falta de palabras;
me sigue
casi perro marcando territorios
donde oscuro
me olvido.
Para qué
continuar este inventario
de viejas
novedades sin origen,
para qué
reinventarme una existencia
tantas veces
vivida.
Pastor
Aguiar