Esa tristeza de tus ojos,
insobornable,
herida de unos tiempos olvidados,
quién sabe si de vidas tan pretéritas
como la vida misma.
Esa luz de tal vez nunca se sepan
cuántas heridas caben en tu nombre
de astros errabundos.
Me saben a intemperie si les miro
ese color de susto en pleno vuelo,
casi fruta en mi boca, masacrada
por el peso del siempre has sido tú
el pájaro que cae.
Y sin embargo hermosos
en su melancolía de seres sin materia
se apropian de mis rumbos y un aviso
de sola muchedumbre me adivina.
¿Serás espejo en que subyazgo
antes de haberte visto en la desnuda
eternidad del hambre?
Pastor Aguiar