Tú sabes de maderas, la boca te florece
y enraízas volando corazón hacia adentro
como una flecha viva que embaraza a las Almas,
que anuncia primaveras y recita
las tablas de La Ley.
Todo huele distinto cuando al fin te pronuncias
desnuda en la arboleda que se deshace en frutos
desde tus ojos altos, desde tu mano leve,
porque el día es posible si alimentas
la luz con tu universo.
Cuál árbol te dejó la palabra semilla,
la sombra cabellera trenzando tomeguines,
la tendencia a ser mártir hasta cuando te asomas
como un susto en el verde, y roja pulpa:
mujer fructificada.
No tienes que decirlo, lo grita tu presencia,
la edad de tus anillos tatuados en el tiempo,
tu hembritud que delira la abundancia de un parto
donde los niños duren y la muerte
signifique otra vida.
Pastor Aguiar