Un tabaco se
fuma mi discurso
y me
pronuncia torre que levita
cargada de
memorias ya sin nombre,
cara o cruz,
da lo mismo,
disfruto
dando fuego hasta a mi sombra
tan parecida
a un gato.
Me elevo en
partituras intocables,
en bemoles
absurdos voy silueta
constantemente
en otras desvistiendo
mis rostros
cotidianos y los rostros
por mí
desconocidos.
Esta es mi
forma de soñarle alas
a un pájaro
sin peso, darle un susto
a tanta
gravedad: dura rutina
para quien
no se atreve a ser borrado
cuando ruede
en cenizas.
Pastor
Aguiar